martes, 23 de febrero de 2016

Cortometraje "Man" de Steve Cutts (2012)





Ya lo decía Pocahontas en la canción principal de su película: “Te crees que es tuyo todo lo que pisas, te adueñas de la tierra que tú ves, mas cada árbol, roca y criatura, tiene vida, tiene alma, es un ser”, refiriéndose al narcisismo con respecto al medio ambiente de los colonos ingleses; sin embargo, no nos distanciamos tanto de nuestros vecinos de Inglaterra.


El ser humano ha establecido desde el origen de los tiempos una hegemonía que consideraba natural y que justificaba gracias al “raciocinio” del que hacía gala y que, en su opinión, lo diferenciaba de los animales. Su capacidad para “pensar” agigantó su ego y promovió la idea de que tenía potestad sobre todo aquello que lo rodeada. Basándose en el concepto de supervivencia, sus acciones se volvieron progresivamente más dañinas hacia el medio, y con el paso de los siglos y la llegada de la Revolución Industrial en el siglo XXI, las consecuencias negativas se acrecentaron de manera conspicua, puesto que, paralelamente al crecimiento de las ciudades, se produjo un crecimiento de la contaminación y la destrucción de las zonas verdes. Sin embargo, a nadie le importaba esta situación, debido en gran parte a que el ser humano tiende a pensar de manera inmediata, sin replantearse las repercusiones que pueden tener sus acciones en el futuro. A pesar de que es consciente de que los recursos del planeta son finitos, sucede algo que en psicología social se conoce como “difusión de la responsabilidad”; esto es, la idea de que no tiene responsabilidades con el medio ambiente porque seguramente alguien estará solucionando los problemas que ya existen y contra los que “no se puede luchar”. Con esta falsa idea tranquilizadora, se deja pasar la situación y, queriendo autoconvencerse de que su conducta no es la incorrecta, sigue cometiendo los excesos con los que vive día a día sin reflexionar sobre lo que ocasionan. Si en esta ecuación ya de por sí destructora se le añade el capitalismo, el resultado es aterrador. La sociedad neocapitalista en la que vivimos ha determinado los parámetros de consumo que tanto daño le están haciendo a nuestro hogar: la producción excesiva, la obsolescencia programa o la creación del deseo llevan inherentes otros conceptos en los que pocas personas reparan: la deforestación para construir lugares de ocio, el robo del territorio al mar para construir cafeterías al lado de la playa, la basura en el mar que mata a tantos peces o el asesinato indiscriminado de animales cuyo único objetivo es ampliar la colección otoño-invierno de las personas famosas que salen en las revistas creadas con hojas de árboles talados de manera descontrolada.





¿Qué podemos esperar cuando, sin salir de las fronteras naciones, una de las figuras de la monarquía que “nos representa” sube fotos de manera altiva posando junto a un elefante al que ha cazado por mero placer macabro, por reafirmar su “jurisdicción” sobre todas las cosas?


El ser humano ha sido socializado como si todo lo que está en el planeta se hubiese creado para servir sus apetencias caprichosas y calmar durante un instante su sed de poder, como si los límites no existiesen, alterando las condiciones ambientales a su antojo y mostrándose excesivamente optimista con el concepto de recursos no renovables. Las vidas de los demás seres vivos son claramente inferiores para un homo sapiens (y homo economicus) maquiavélico al que no le importan los medios que utilice mientras el fin lo satisfaga. De esta manera, puede llevarse todo lo que quiera por delante, y lo peor de todo es que quizás no lo haga de la manera tan intencional y dañina que tiene el protagonista del cortometraje, sino que lo hace de manera subrepticia e inocente, pensando que sus acciones no tendrán unas consecuencias tan catastróficas como aquellas de las que los medios de comunicación y los estudios de personas expertas pretenden advertirles. La ignorancia es la enemiga más peligrosa, porque está claro que cuando la sociedad no se da cuenta de que existe un problema, ese problema no existe, se invisibiliza.

El primer paso para lograr, si bien no una resolución del problema, pero al menos la paliación del mismo es la concienciación y sensibilización social, lo cual no resulta una tarea sencilla teniendo en cuenta que a las grandes industrias que manejan a la sociedad no les interesa hacer hincapié en una problemática que puede acarrearles pérdidas económicas. Para estas empresas, cuanto menos informada esté la población, mejor. Por ello, la Educación Ambiental debe incidir en los niños y las niñas desde que van a preescolar, no solo enseñándoles cuáles son las hojas de los árboles caducifolios, sino también enseñándoles a ser ciudadanos responsables del planeta verde que estamos estropeando entre todas las personas, con el objetivo de que en unos años, las generaciones del futuro no vean en la similitud con el protagonista del cortometraje de Cutts más que una mera coincidencia.



Selene Casal Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario