domingo, 27 de marzo de 2016

Comentario del vídeo de D. Jose Luis Sampedro



En este vídeo, el catedrático José Luis Sampedro Sáez (1917-2013), el cual abogó por una economía «más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos» habla sin tapujos sobre el actual sistema capitalista: “es una contradicción tremenda, este sistema está agotado”.
Comienza hablando sobre que en un primer momento, en el planeta hubo emigración expansiva por doquier y a cualquier parte, con lo cual empezó el humanismo a sustituir a la teología. No obstante, con respeto a este último punto debo disentir, quizá a nivel general mas en el caso de España no ha sido así, la Iglesia Católica aún en estos días tiene un claro poder tanto institucionalmente como culturalmente.
Continua explicando que en la actualidad, se recibe emigración, por lo que la gente tiene miedo y los medios de comunicación levantan murallas "como hacía los chinos con los mongoles, EEUU contra Méjico, nosotros (españoles/as) con los subsaharianos, y en todas partes"



Por lo que, ante esta negativa, ¿cómo paramos? Pues bien, tal y como explica Don J.L. Sampedro, “si no se para por la razón, se parará por la catástrofe”.
Por otra parte, existen personas que si pueden hacer algo, pero que, o bien no se tienen esa visión de esto o bien no les importa, ya que, siguen manteniendo sus comodidades, este problema no les alcanza, mientras que las personas que quieren hacer algo, no pueden.

En general, estoy de acuerdo con las aportaciones de este catedrático, ya que, este sistema capitalista está explotando al pueblo para poder mantenerlo, un claro ejemplo es el k-pop (pop coreano), del que recientemente me he aficionado. En este las discográficas tienen un poder inmenso, ya que, son ellas mismas las que entrenan a futuros/as artistas duramente durante varios años que irán a parar a grupos (boybands y girlbands) cada vez más grande, para satisfacer la demanda del público y de las propias empresas por su inversión económica (suelen comenzar en la adolescencia, o en algunos casos, incluso antes). Hoy, toda este presión ha hecho que las empresas que se dedican a la música en Asia (el cual es el candidato a ser el próximo líder mundial) sean una de las más fuertes y el competidor de EEUU.
Esta competición por llegar al #1 exprime a las personas y en consecuencia, al planeta, ya que, este tiene unos recursos limitados, los cuales cada vez hay que repartirlos para una mayor población. No obstante, el pueblo no se levanta unido y en cohesión en contra de este sistema que terminará no solo con nosotros y nosotras sino también, con lo más importante y el que al fin y al cabo fue quien nos ha dado la vida y quien nos la permite: el planeta Tierra.

Quizá sea un problema de sensibilización, no obstante, es más un problema de prioridades, ya que, hoy, si cogemos un sujeto cualquiera, de Europa, probablemente sus mayores problemas sean la economía, el paro y la corrupción política, lo más probable es que se centre en su entorno más cercano, como mucho su país, ignorando al resto. En consecuencia, esto solo generará mayor desigualdad, racismos, machismos, entre otros.

Los distintos países que conformamos este planeta estamos en continuo contacto, por lo que, es vital que todos se preocuparan por todos, ya que, los vertidos tóxicos del país X afectará al resto de países. Este sistema no solo genera desigualdades entre las personas corrientes del día a día, sino también entre los mismos países, provocando que unos tengan un mayor control o poder para hacer lo que deseen sin tener en cuente los demás ni mucho menos el medio ambiente, por ello la Educación Social y sobre el medio ambiente es esencial en todas las esferas.





Sonia Blanco

"El fin del sistema de vida occidental" - Comentario del vídeo de José Luis Sampedro

“El fin del sistema de vida occidental” – Comentario del vídeo de Jose Luis Sampedro.





“El sistema se acaba”. Así empieza hablando el catedrático y profesor de Estructura Económica Jose Luis Sampedro de la existencia finita del sistema capitalista actual.

La sociedad capitalista ha ido evolucionando paulatinamente al compás del sistema político de cada momento. Si bien es cierto que, cuando la sociedad del consumo comenzaba a erigirse la población adquiría productos primordialmente por necesidad, a medida que fueron pasando las décadas empezó a observarse también un cierto narcisismo implícito, pues al comprar bienes no solamente se adquirían productos que satisfacían necesidades, sino que además se “compraba” estatus e idiosincrasia; es decir, las personas consumían para demostrarle a su círculo social más próximo que su nivel económico era favorable, y que por lo tanto, eran merecedoras de todos los respetos que se le concedían a las clases altas. Desde el origen de la globalización mundial ha primado un modelo de desarrollo incontrolado, tal y como sostiene Sampedro en la entrevista: Antes se estudiaban las necesidades, y la economía debía atender a esas necesidades. Hoy se crean los productos y luego se inventan las necesidades de esos productos.” Es decir, las grandes empresas son las creadoras de necesidades para convencer a las personas de que deben gastar su dinero en compras irracionales que ellas piensan que necesitan. Y, mientras más beneficios le aportamos al sistema capitalista (como buenas ovejitas domesticadas que somos),  más necesidades inventan, más producen y más venden. Y, por supuesto, más arrasamos con el planeta en el que vivimos.

Sería hipócrita afirmar que absolutamente todo lo que compramos nos hace falta. Compramos por estatus, o por capricho, o simplemente porque nos lo podemos permitir, y ¿quién pensaría en las consecuencias futuras teniendo la satisfacción del presente?
No es necesario que nos autoengañemos: el consumo es un monstruo que nos devora a todos y todas; nadie escapa de sus garras afiladas. Es un monstruo domesticado por el sistema de producción desorbitado que existe en Occidente: la superproducción nos obliga a consumir sin control sin que nos demos cuenta. Y lo curioso es que, cuando abrimos los ojos y nos sorprendemos de nuestra irracionalidad latente, los empresarios se justifican bajo una explicación ofendida: “si la gente no consume, ¿de qué vivirían los trabajadores? Se perderían numerosos puestos de trabajo”. Y, efectivamente, esta explicación barata y demasiado vaga acaba por enternecernos, y consumimos de nuevo, pero esta vez, sin sentido de culpabilidad. Las empresas crean, producen, venden. Pero también destruyen recursos a su paso. No obstante, lo importante es ganar dinero, y mientras el medio ambiente no se tome la revancha cerca de nosotros, seguiremos acomodados en la sobreproducción y sobreexplotación en la que vivimos.

Una de las frases más impactantes de Sampedro fue referente a qué personas podrían parar esta situación devastadora: Los que pueden modificar esta situación no quieren, y los que quieren modificarla no pueden. El riesgo de generalizar es que se engloba a todas las personas en un mismo saco, cuando verdaderamente sí hay personas comprometidas con el medio ambiente y que luchan incansablemente para cortar los hilos invisibles por los que nos tiene atados el capitalismo: personas que generan su propia energía a través del agua, el aire o el viento; personas que consumen lo justo y necesario para cubrir sus necesidades básicas, personas que han hecho de la expresión “desarrollo sostenible” un modo de vida. Estas personas son las enemigas principales de las grandes empresas, que, estupefactas ante esta manera de vivir sin consumir más que lo necesario, contraatacan a través de lo que se ha denominado “la mercantilización de asuntos sociales”, entre los que se engloban la ecología y todo lo referente a la mejora del medio ambiente. Por ello, productos naturales (comida ecológica, coches eléctricos, productos de limpieza, etc.) son el doble de caros que productos “normales”, tal y como se recoge en esta fotografía que adjunto a continuación, en la que se hace una comparativa entre el precio de la leche desnatada ecológica, marca BIO Carrefour, y la leche desnatada “normal”, marca Pascual:

                                                                  Fuente: http://www.carrefour.es/supermercado

Como se observa, la leche de marca blanca pero ecológica cuesta 1´09 €, mientras que la leche de marca “cara” cuesta 0´85 €. A priori, 24 céntimos parecen una nimiedad, pero teniendo en cuenta que todos los productos ecológicos son mucho más caros que los que no lo son, hacer la compra de manera sostenible y ecológica se convierte en una aventura temeraria a la que solamente pueden hacer frente las clases altas. Es decir, ayudar al medio ambiente se transforma ya en una actividad elitista, pues está al alcance (al menos en lo que a términos económicos se refiere) de unos pocos privilegiados, porque, tal y como afirma Sampedro “Para el lujo no hay crisis”.

Tristemente, en el ámbito del consumo por necesidad comprar productos no ecológicos es una de los consejos que nos da el capitalismo, que parece afirmar: “Si quieres ir contra el sistema, lo vas a pagar caro” (En el doble sentido de la expresión).
Y es probable que en un primer momento nos sea más cómodo seguir las directrices capitalistas, pero lo que está claro es que nada es eterno, y como señala el catedrático, Lo que destruimos de la naturaleza ya no lo regenera la Tierra. No somos conscientes de que gastamos más de lo que podemos regenerar, ya que el agotamiento de recursos ya va unos pasos por delante de nosotros.
Esto nos compensa ahora. No obstante, ¿cuánto tiempo más podrá seguir compensándonos?

Tal y como afirmaba William Wallace, “la mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”, y la mano que mece la cuna es ubicua e impregna a la sociedad occidental…y quizás en este último adjetivo, “occidental”, se encuentre el problema. Porque, si abrimos los ojos y dejamos de lado esa superioridad que tenemos por pensar que somos el primer mundo hegemónico, nos daremos cuenta de que lo que consideramos “el Tercer Mundo” vive en una armonía absoluta con el medio ambiente. A fin de cuentas, no se debe olvidar que una cuarta parte de la humanidad vive con menos de un dólar al día. Y curiosamente, es esa parte de la humanidad la que más cuida el planeta donde se lucra la otra parte de la humanidad que lo destruye. ¿Paradójico, verdad?

.El desarrollo en el que estamos viviendo, el desarrollo que se está impulsando es imposible, no se puede sostener”.

Dejemos de vivir en este desarrollo, movilicémonos, conozcamos otras formas de afrontar la vida y subvirtámonos. Somos una sociedad oprimida por el consumismo desenfrenado, pero, aunque parezca una quimera, podemos luchar por construir una sociedad más justa y respetuosa con el planeta que tanto nos da y al que le pagamos tan mal.

Creemos en la utopía, porque la realidad nos parece imposible.

                                                                     Selene Casal Álvarez 

miércoles, 16 de marzo de 2016

"La ruta del ébola empieza en nuestros coches" 

Desde hace un par de años han sido numerosas las noticias sobre productos alimenticios que tenían una ingente repercusión negativa en el medio ambiente. Asociaciones ecologistas han intentado desenmascarar el trasfondo de productos como Nestlé o Nutella, y el boom mediático que ha tenido en las redes sociales ha sido algo que ha exacerbado a las grandes compañías, que observaron con estupefacción cómo su negocio corría un grave peligro (Ver link al final de la entrada). Un millón de comentarios negativos en Facebook, un millón de comparticiones en los muros personales denunciando la situación… y fin. Después de contribuir con nuestra sublevación ante la barbarie de las grandes empresas y su poco corazón y quedarnos con la conciencia tranquila, hemos seguido consumiendo estos productos como buenas marionetas pasivas de este sistema capitalista. Cuando las noticias dejaron de serlo, todo volvió a la normalidad y los desastres naturales quedaron relegados a un plano oculto. Sin embargo, los problemas seguían ahí, perfectamente visibles para quien tuviera la valentía de abrir bien los ojos y mirarlos de frente.
Seguimos creando destrucción. Esta afirmación, aparentemente contradictoria en un principio, cobra sentido cuando se investigan las causas de las enfermedades como el ébola o la malaria. Es evidente que nos sentimos apesadumbrados por las miles de personas que están muriendo en África afectadas por estos virus. Pero por supuesto, “no es nuestro problema”. El problema llega cuando una mujer española está infectada, y por ende, puede contagiar el virus al resto del “primer mundo”. La hegemonía mundial que creemos tener, el considerarnos “ciudadanos de primera” se observa perfectamente en este caso. La enfermera infectada es tratada con celeridad y los medios de comunicación no dan abasto para cubrir minuto a minuto de su estado de salud. Y, mientras tanto, miles de personas y animales muriendo por un virus que no han creado ellos, sino nuestras grandes empresas occidentales, que al colonizar ambientalmente grandes zonas verdes africanas y plantar extensiones de miles de hectáreas de aceite de palma, consiguen incrementar su montaña de billetes a la par que disminuir la vida de los seres vivos que por desgracia, se encuentran en el medio. 


No somos capaces de renunciar a lo que creemos que es nuestro. Y es por ello que preferimos seguir alimentando un sistema tan capitalista que roza lo absurdo para seguir estando cómodos en nuestro “primer mundo”, con nuestros coches y nuestros productos elaborados por empresas a las que no les importa en absoluto seguir destruyendo nuestra casa. No tenemos ningún problema inmediato, y ese es el gran fallo. Cada vez que vemos en televisión que una nueva enfermedad azota África o que se ha producido un nuevo tsunami en alguna parte del mundo (lejana) nos afecta mientras dura la noticia en la televisión. Somos conscientes del pasotismo en el que vivimos, pero se nos pasa enseguida porque todavía no ha llegado aquí la destrucción que nosotros y nosotras estamos creando. Pensamos que el capitalismo, que nos ha aportado tantas cosas (casa, alimentos) podrá resguardarnos cuando nuestras barreras de protección fallen, cuando los problemas sean tan inmensos que no podamos seguir cerrando los ojos, cuando nuestra casa deje de satisfacer nuestros caprichos como había hecho hasta ahora. O, directamente, cuando nuestra casa sea inviable para vivir.
Naomi Klein no podría haber estado más acertada con el título de su último libro: verdaderamente, estamos en la época del Capitalismo contra el clima.
Porque no somos conscientes de que el dinero no servirá para nada cuando no quede en el planeta nada más que fajos y fajos de billetes verdes.

Link: http://www.ecologistasenaccion.es/article20061.html

                                                                                    Selene Casal Álvarez

lunes, 14 de marzo de 2016

La ruta del ébola empieza en nuestros coches

Comentario sobre La ruta del ébola


Es sobrecogedora la fuerza que tiene el sistema capitalista actual, promoviendo su propia autodestrucción inconscientemente, lo cual, me recuerda al síndrome de la rana hervida, que consiste en que si echamos la rana al agua caliente, ésta pegará un salto evitando el peligro. No obstante, si echamos una rana en una olla con agua fría y lentamente vamos calentando el agua puede llegar a hervir y morir sin darse apenas cuenta de ello.

Poco a poco el planeta se está calentando cada vez más, y sin darnos cuenta, provocando que la vida en este planeta sea más difícil e insostenible. Sin embargo, este proceso es muy lento, tanto que a penas la sociedad se da cuenta de que sus actos tendrán unas consecuencias catastróficas en el futuro, comenzando por las grandes multinacionales, las cuales, con su inmenso poder en las economías mundiales son capaces de manipular con tal de llevar a cabo sus objetivos, ignorando si es o no respetuoso con la madre naturaleza.

Un claro ejemplo de esto es la reaparición del ébola, la cual constituye un proceso que tiene trazas en común con la producción de cruasanes, como se muestra a continuación.




Tanto los cruasanes como el ébola tienen un elemento en común: aceite de palma, la cual además se utiliza como combustible de los grandes negocios: gasolina. Se puede discernir así que al final, comemos y nos rodeamos del veneno que nosotros mismos (los seres humanos) producimos.


El sistema actual de producción fabrica demasiado impulsando el consumo y explotando los recursos naturales, lo cual, ya está provocando que, en ciertas partes del mundo la desertización, la escasez de agua y de alimento, entre otros, ya sea un hecho. No obstante, aún no es tarde. Es por ello, que como futura educadora social, concienciar tanto sobre el medio ambiente, sobre la adquisición de un estilo de vida confortable y respetuosa con este y sobre la defensa de este es primordial, ya que, sin el medio ambiente, los seres humanos no somos posibles.




Sonia Blanco

domingo, 13 de marzo de 2016

Viñeta medioambiental: "Y luego somos nosotros los que estamos prohibidos en la playa"





La sociedad consumista actual prima una serie de valores individualistas frente a los de la propia sociedad. En consecuencia, el ser humano se cree a menudo el dueño de todo pudiendo hacer lo que le plazca en cualquier parte, sin pensar en sus posibles consecuencias. Es por ello que, todos los días, nos excedemos con los recursos del planeta, atropellando así a las demás formas de vida.


Esta explotación se puede ver a simple vista en el día a día: contaminación a causa de distintos automóviles y transportes, a causa de tirar la basura en cualquier parte, tal y como se muestra en la viñeta, entre otros. Es curioso como en algunas playas se prohíben ciertos animales los cuales no ensuciarían de la forma y cantidad con la que lo hacemos los seres humanos y, no obstante, el ser humano, que, supuestamente está en la culmen del reino animal por su inteligencia, sea tan inconsciente de las consecuencias de sus propios actos imprudentes con el medio que le permite vivir y alimentarse.



Sin embargo, no hace falta irse muy lejos, ya que, en mi opinión en Galicia este es uno de los principales problemas medioambientales. Este tipo de contaminación también dice bastante de nuestros valores y la educación recibida, la cual constituye una herencia que debemos rectificar en pro de unos valores más respetuosos con el medio ambiente, es por ello que la Educación Social tiene un papel fundamental, ya que, puede ser una herramienta socializadora e integradora que promueva una mayor concientización por la madre naturaleza, ya que, educar en el respeto hacia todos los seres vivos incluyendo también al mismo medio ambiente, es la mejor herencia que se puede transmitir.





Sonia Blanco

Viñeta medioambiental: Smog

En la viñeta se caricaturiza cómo un reportero realiza entrevistas preguntando a determinadas personas cuál creen que es la causa del smog (palabra inglesa formada por los término “smoke” – fumar y “fog”- niebla). Todas las personas entrevistadas responden que las causas son ajenas a ellos mismos: los autobuses, los coches, los taxis… Sin embargo, al preguntarles a los animales, la percepción del problema cambia radicalmente, ya que ellos le dicen que la causa de la producción excesiva de humo en las ciudades es de la población.
Desde el origen de los tiempos ha existido una percepción subjetiva de la realidad sesgada a favor del ser humano. La preponderancia que manifiesta hacia todo lo que existe en el planeta es tan alarmante que en las últimas décadas se ha empezado a hablar de especismo, término referido a la situación hegemónica del ser humano sobre el resto de seres vivos de la Tierra. Las personas no vemos (o mejor dicho, no queremos ver) las pequeñas acciones negativas que cometemos y que tienen repercusión en el medio (como es el caso de la señora de la viñeta que está incinerando la basura), no pensamos en el daño que le estamos haciendo a la naturaleza y a los animales, que tienen que sufrir por el mero hecho de que pensamos que somos nosotros y nosotras los que estamos en la cumbre de la jerarquía biológica.
Una de las peculiaridades psicológicas del ser humano es que vivimos en medio de la contaminación y nos habituamos a ella, consideramos que es tan natural que dejamos de prestarle atención. Esta situación se conoce como “síndrome de la rana hervida”, que afirma que si nos acostumbramos a una situación no nos damos cuenta de los efectos tan nocivos que acarrea y seguimos viviendo tranquilamente. Esto es lo que ha pasado con el smog, una combinación de humo y niebla que se produce cuando en las ciudades hay niveles desmesurados de contaminación; en ciudades como Nueva York o Pekín, donde, debido a la gran cantidad de coches que emiten CO2 y la intensa actividad industrial que se produce, el cielo está siempre recubierto de una capa de “niebla artificial” que tiene unas repercusiones catastróficas no sólo en el medio ambiente, sino también, paradójicamente, en la salud de la población que la crea.

El smog es uno de los fenómenos contaminantes más visibles en el día a día: es algo que podemos observar perfectamente, lo que debería hacernos reflexionar sobre el daño que estamos produciendo en el planeta aunque sólo sea por avaricia: ¿Qué ocurre cuando estamos cocinando y se nos quema algo? La cantidad de humo negro que sale de la sartén y no nos deja respirar es algo que intentamos reducir a toda costa, apartando con celeridad la sartén del fuego y abriendo las ventanas. A nadie le gusta que su casa se queme, y sin embargo, todos y todas estamos contribuyendo a avivar ese “fuego” en el planeta, en nuestro hogar. No obstante, reiterando el síndrome de la rana hervida, necesitamos tener un problema justo delante de nuestros ojos para poder hacerle frente, y por ello llegamos siempre tarde, buscando tratamientos paliativos y no preventivos. 

En España el fenómeno del smog no es tan masivo como en otros países occidentales, por lo que seguimos utilizando el coche para prácticamente todo o quemando residuos de manera descontrolada, porque todavía no “vemos” lo que estamos causando. La olla se está calentando, pero nosotros y nosotras, tristes ranitas, no somos capaces de notar que ya empieza a hervir, porque nos hemos acostumbrado a ese calor progresivo. Cuando la sociedad no detecta un problema, este problema se invisibiliza, no existe. Y no hay nada peor que luchar a ciegas contra un enemigo que no tiene presencia.
La Educación Ambiental tiene una labor fundamental, ya que se debe educar a la infancia en valores ambientales: de igual manera que educamos a los niños y niñas para que no pinten las paredes de casa, deberíamos proporcionarles los conocimientos necesarios para que sean capaces de cuidar del medio ambiente e intenten evitar que nos quememos como la rana de la metáfora. Tenemos que enseñarles que su casa es más que un conjunto de ladrillos con cinco o seis instancias; su casa es todo lo que nos rodea, lo que nos permite vivir y lo que estamos destruyendo entre todos, ¿y a quién le gusta que su casa esté destrozada? Aquí es donde la Educación Social juega un papel imprescindible: no debemos enseñarles a esperar pasivamente en la olla, sino que debemos generarles un sentimiento crítico que les haga pensar “hasta aquí se ha calentado el agua, es hora de tomar las riendas y no sólo escapar del fuego, sino de apagarlo de una vez por todas”.
                                                                                                         
                                                                                                                   Selene Casal Álvarez